Camilo Ochoa Delgado, conocido en las redes como «El Alucín», se convirtió en tendencia en México tras su asesinato y por la curiosidad de los usuarios acerca de su vida y muerte. Ochoa fue durante años sicario del Cártel de Sinaloa, participando en secuestros y extorsiones. Su infancia en Sinaloa estuvo marcada por la pobreza y la violencia; reclutado a los 15 años, rápidamente escaló posiciones en la organización.
Luego de una detención y un secuestro a manos de Los Zetas, Ochoa decidió abandonar la delincuencia y dedicó su tiempo a exponer el lado oscuro del crimen organizado. Con más de un millón de seguidores en TikTok y otras plataformas, relataba cómo el narcotrafico ofrece una falsa salida económica y denunciaba la violencia de los grupos delictivos. Sus videos mostraban sus cicatrices físicas y emocionales, y buscaba disuadir a los jóvenes para que no repitieran sus errores. Gracias a su popularidad, colaboró con organizaciones de reinserción y participó en podcasts y programas de radio, donde contaba cómo había logrado dejar atrás el crimen y rehacer su vida.
El 16 de agosto de 2025, Camilo Ochoa fue asesinado en su casa en Temixco, Morelos. Según informes de la prensa, hombres armados irrumpieron en su vivienda y lo encontraron escondido en un baño; recibió al menos cuatro impactos de bala【786856887248615†L75-L147】. Horas antes había realizado una transmisión en vivo, en la que hablaba de las amenazas que recibió y de su temor por represalias. Su pareja resultó ilesa. La Fiscalía de Morelos abrió una investigación y no descarta que su muerte esté relacionada con grupos criminales, ya que días antes aparecieron volantes que lo vinculan con Los Chapitos y lo señalaban como objetivo【786856887248615†L75-L147】. También se sabe que Ochoa era hijo de Arnoldo de la Rocha, fundador de la cadena Pollo Feliz, información que generó más interés en su historia【786856887248615†L75-L122】.
Su vida es una mezcla de tragedia y redención. Tras abandonar el Cártel de Sinaloa, Ochoa se mudó a Morelos y comenzó a compartir contenidos desde una perspectiva crítica. Hablaba de la brutalidad de los jefes, de las traiciones internas y del sufrimiento de las comunidades. Afirmaba que los jóvenes eran atraídos por promesas de riqueza rápida, pero terminaban muertos o encarcelados. Su sinceridad le ganó el apoyo de muchos, aunque también le generó enemigos. «Hay quienes no perdonan que haya hablado de más», declaró en una entrevista.
Su asesinato provocó indignación y reavivó el debate sobre la seguridad de los activistas y exsicarios que intentan reinsertarse. Usuarios de redes sociales exigieron justicia y pidieron al gobierno proteger a quienes denuncian al crimen organizado. Algunos analistas interpretaron su muerte como un mensaje para otros desertores: el narco castiga la traición. Otros señalaron que su pasado no se borra con facilidad y que tal vez había vuelto a involucrarse en actividades ilícitas, algo que su familia niega rotundamente.
La historia de «El Alucín» no es solo la de un hombre que cayó en el crimen y luego buscó redimirse; es un recordatorio de los ciclos de violencia que golpean al país. Su padre, Arnoldo de la Rocha, lamentó la falta de protección a quienes intentan dejar la delincuencia y pidió a las autoridades una investigación exhaustiva. Camilo dejó una hija pequeña y proyectos sociales inconclusos. Sus seguidores siguen compartiendo sus videos como advertencia para los jóvenes y homenaje a su valentía.
Al preguntarse «¿Qué pasó con Camilo Ochoa?», se descubre una historia de vida que refleja las contradicciones de México: la posibilidad de cambiar, pero también los riesgos de confrontar a los cárteles. El caso subraya la urgencia de crear programas de protección y reinserción, así como de combatir la impunidad. La sociedad exige que su muerte no quede en el olvido y que su legado inspire a otros a elegir caminos distintos.